Nota importante: el presente análisis
contiene información significativa (spoilers) de la película Interstellar de Christopher Nolan. Si
no la has visto, es recomendable que no continúes leyendo o vayas al cine y luego, leas este análisis.
No pretendo mediar
en la disputa entre los partidarios y los detractores de Interstellar. Ni siquiera pretendo exponer mi opinión sobre
su calidad cinematográfica. Me interesa aprovechar su visión para establecer
una reflexión sobre el conocimiento científico y filosófico en ella.
Interstellar, es una película de
ciencia-ficción del director Christopher Nolan. La trama se sitúa
en un futuro en el que la Humanidad está al borde de la extinción. En una
búsqueda desesperada por la salvación, un ex astronauta (al que da vida Matthew
McConaughey) es reclutado para conducir un último vuelo que debe llevar
a los humanos a otros sistemas estelares en los que poder volver a
prosperar. Pero estas otras estrellas están muy lejos y para alcanzarlas los
exploradores necesitan un medio que les permita superar las limitaciones de los
viajes espaciales y conquistar así grandes distancias.
La ciencia en Interstellar
Y es, en este punto
es donde se sitúa la ciencia como clave del desarrollo de la cinta. En efecto, no
sólo trata sobre los viajes en el tiempo y sobre cómo recorrer distancias
imposibles en el espacio sino que el conocimiento científico debe acompañar al
espectador para que se adentre en la historia.
Consciente
de la situación y de la dificultad de explicar cinematográficamente alguno de
los fenómenos cósmicos clave en el argumento de Interstellar como
los
agujeros negros, Cristopher Nolan solicitó ayuda a Kip Thorne para
que le asesorase con el fin de que el guión tuviese una base científica
sólida.
De
este modo, el compañero de Carl Sagan y Stephen
Hawking y profesor emérito Faynman de Física Teórica del California Institute of
Technology, el doctor Kip Stephen Thorne, se convirtió en el productor ejecutivo de la
película. Este experto en teorías gravitacionales y
astrofísica y mundialmente reconocido por su trabajo en los campos de la
Cosmología y de la Relatividad, se ha ocupado en tratar de traducir las complicadas ecuaciones que describen el
comportamiento los agujeros negros en una imagen que pudiera mostrarse en la
gran pantalla.
Los
agujeros negros son uno de los objetos más extraños en el espacio. Es una
región del espacio-tiempo donde la gravedad es tan fuerte que incluso la luz no
puede escapar de ella. Son imposibles de ver y su presencia se intuye por el
efecto de atracción que ejercen sobre la materia que está a su alrededor. En
este vídeo de la revista Wired Thorne explica el modelo
matemático que ha servido de guía para crear la simulación más perfecta que se
ha hecho jamás de un agujero negro. Un trabajo en el que han participado 30
personas durante un año y en el que se han generado 800 terabytes de datos y
empleado varios ordenadores.
Interstellar por DrMalo
La película maneja más conceptos científicos radicales como los agujeros de gusano, túneles en el universo que conectan dos puntos distantes a través de dimensiones más allá de las cuatro que experimentamos como el espacio y el tiempo. Al igual que en los agujeros negros, la luz tampoco se comporta de forma convencional alrededor de un agujero de gusano. Es decir, no viaja en línea recta. Para describir su comportamiento Thorne tuvo que recurrir, de nuevo, a complejas matemáticas a partir de las cuales el experto en efectos digitales Paul Franklin creó, después, el software informático que ha dado vida a un “agujero de gusano” en la pantalla. El resultado es impresionante y se asemeja a una bola de cristal que refleja el universo.
En consecuencia, el resultado final es que el cineasta ha conseguido espectaculares imágenes como la de Gargantúa con un tamaño de 4.3 millones de masas solares, según el libro de Thorne: La física de Interstellar , lo cual lo hace un digno rival para el mismísimo Agujero Negro en el centro de nuestra galaxia, que permiten avanzar en la historia. Pero, también el físico ha conseguido intervenir en una película que enseña al público general de manera didáctica complicados fenómenos cósmicos de forma muy precisa y lograr aproximarse a una divulgación científica que de otra manera no hubiera sido posible.
De hecho, de esta colaboración han nacido otros grandes aciertos científicos de la cinta que no deberían sorprendernos. Sus aciertos no sólo se limitan exclusivamente a cómo podría verse Gargantúa, el Agujero Negro Supermasivo que encuentran al pasar el agujero de gusano en Saturno, sino que también se pueden apreciar en las escenas donde no se escuchan sonidos en el espacio, las vibraciones de una nave espacial al acoplarse con su estación espacial, la dilatación del tiempo al acercarse al agujero negro o en la estación espacial rotando para simular gravedad.
No me siento capacitado, sin embargo, para señalar las inconsistencias científicas y os remito a algún experto como Genaro Grajeda, Interstellar: un filme con muchos agujeros negros, aunque también éstas críticas puedan parecer discutibles.
En
definitiva, a pesar de que en Interstellar hay mucha jerga
científica. No es una jerga particularmente difícil de seguir, ni siquiera para
quienes no pasamos de la Física de 2º de B.U.P. No se debe pensar, por tanto,
en grandes dificultades de comprensión, porque la trama parte de conocimientos
de física bastante básicos que se pueden adquirir y bien explicados, en
cualquier documental de Neil deGrasse Tyson y Michio
Kaku.
La Filosofía en Interstellar
Pero,
como la mayoría de vosotros, no soy
físico, y cuando me siento en una butaca a ver cine no me preocupa
particularmente la corrección científica de una película siempre que el
argumento lo compense por otras vías. Y esa vía podría ser la filosofía: la
búsqueda del sentido último de la vida. Veamos.
Por una parte, esta película es un claro homenaje al clásico: 2001: Una odisea del espacio de Kubrick, considerada una de las mejores películas de todos los tiempos y la mejor de su director, por lo innovadora que resultó en su tiempo, por su esmerado cuidado en el rigor científico y tecnológico, y, sobre todo, por sus pretensiones de profundidad y trascendencia filosófica.
Pero, por otra, nos trae los ecos de otro clásico del cine fantástico de la Gran Depresión: el Mago de Oz. Como película coetánea a una época de crisis pretende ofrecernos soluciones vitales de gran calado. No pretendo abundar sobre las citas y paralelismos con la película de 1939 desde la ambientación rural de la granja del Medio Oeste norteamericano de la que parte la película, la tormenta, el viaje como camino, el número reducido de viajeros, la obsesión con el regreso y, sobre todo, con la búsqueda interior. La respuesta está en nuestro corazón como en un manual de autoyuda barato.
Así,
en ese contexto melodramático, es donde cobran sentido los saltos y licencias del guión, en
los que es un consumado especialista Christopher Nolan, que parecen más saltos
de fe que giros lógicos. El guión se apoya fuertemente en la trama emocional
para permitirse dichas licencias. Es algo más que la dificultad de combinar una trama de
ciencia-ficción épica con un melodrama sentimental, sino de acoplar una expedición científica con lógica propia con esa raíz universal (cinematográficamente hablando) de las motivaciones humanas: como no, el amor. El
resultado es de una grandilocuencia estomagante que, además agujerea el guión
de forma inmisericorde. De hecho, el excesivo metraje de la película,
las caídas de ritmo cinematográfico y el final inconsistente de la cinta no se
explican de otro modo.
Sin embargo, el planteamiento inicial de la película es
poderoso y realista. Se parte de la conciencia contemporánea de crisis ecológica, de superpoblación, de
despilfarro de recursos, de las desigualdades y de la división del orden mundial, de la evidencia del cambio
climático. Todo esa amenaza global a la Tierra se transforma en una
hambruna planetaria porque el suelo ya no es fértil. La desinformación se convierte en la forma de controlar ese mundo en crisis hasta tal punto que en las escuelas se enseña a los niños que los
avances científicos del siglo XX son mentira y se pratcica una radical desconfianza hacia la ciencia y la tecnología como causantes de esos desordenes.
Asimismo, los científicos e ingenieros, que son los personajes
principales, se convierten en una secta secreta y mesiánica, incomprendidos por el resto de la población, lo que les lleva a falsear y manipular la realidad, sus objetivos y sus estudios, para salvar al mundo.
Pero, a partir de ahí, se produce la transformación de la expedición científica en aventura pionera que convierte al film en un western crepuscular con sus grandes valores: el coraje del individuo, el estímulo de la familia y la motivación universal del amor. Eso sí, toda ella trufada de lenguaje científico. Por lo tanto, el problema radica en las contradicciones entre la lógica científica y el drama sentimental que se traiciona a sí misma conforme avanza el argumento, hasta alcanzar niveles de absurdo manifiesto.
Los
astronautas de la misión se enfrentarán a diversos dilemas de índole
fundamentalmente sentimental, especialmente por la necesidad de continuar la
misión a sabiendas de que posiblemente no vuelvan a ver a los suyos, dado que
según la teoría de la relatividad el tiempo transcurrirá mucho más despacio
para ellos que para quienes se han quedado en la Tierra.
No
vamos a analizar salidas de tono del estilo «el amor es la única fuerza que
puede romper los límites del espacio-tiempo» (sic) que no ayudan a que el
asunto resulte convincente. Estos diálogos cliché que dan relevancia a la trama
sentimental, reducen el complejo sistema de toma de decisiones de cualquier
organización científica (NASA incluida) al nivel de la corazonada.
Ni
voy a extenderme en los elementos del
western de pioneros: con desierto y pelea incluida ni sobre la soledad como
fuente de locura y la familia como estímulo fundamental que trasciende al
individuo: especie frente a familia.
Sólo me voy a centrar en hablar sobre lo que sucede, según la película, dentro del agujero negro, porque es la que se entronca con eso tópico sobre los límites de la conciencia que busca ese sentido mismo del ser humano. Es evidente que resulta el momento más científicamente inexplicable de la película, seguramente no hay por dónde agarrarlo: ni hubieran sobrevivido ni hubieran vuelto.
La
fundamentación científica podía ser la siguiente. En agujeros negros
supermasivos en rotación casi lumínica la singularidad puede adquirir una
geometría de anillo. Eso puede dar la posibilidad de sobrevivir a la
spaghetización con fuerzas de mareas no extremas; de seguir una curva con carácter
de tiempo cerrada con la que, obviando diferentes incertidumbres teóricas y de
estabilidad permitiría viajes al pasado y acabar en una región pentadimensional
diferente del universo, en la que el tiempo es una dimensión espacial más.
Todo
el jueguecillo con la gravedad – por resumir, hoy en día se cree que la
gravedad puede ser una misma expresión de la fuerza electrodébil (que agrupa
las fuerzas electromagnética, y las dos nucleares) que sólo se unifica con ella
a escalas energéticas inabarcables técnicamente por ahora para nosotros. Hay
una gran diferencia de escala entre la gravedad y la fuerza electrodébil, que
podría ser entendida según algunos teóricos como debida a que la gravedad es
capaz de permear una cuarta, quinta o enésima dimensión, “diluyéndose” por así
decirlo, mientras que la electrodébil está constreñida a afectar sólo nuestro
espacio tridimensional. Sejuega con este concepto asumiendo un espacio
tridimensional proyectado desde una realidad 5D, artísticamente representado
como un teseracto fractal, en el que el tiempo es una dimensión espacial y la
gravedad se puede manipular toqueteando las proyecciones bidimensionales de
cada “habitación”.
Por
cierto, los creadores del agujero de gusano y el teseracto fractal son los
propios humanos del futuro, que sólo pueden existir si controlan la gravedad y
abandonan la Tierra de la Plaga, cosa que sólo puede ocurrir si Nolan utiliza
dicho espacio 5D en primer lugar, cosa que sólo puede ocurrir si se va de casa
al encontrar la NASA, que sólo ocurrirá si él mismo da las señales
interdimensionales a través de la herramienta que han construido los humanos del
futuro… y así ad infinitum. Es un bucle temporal paradójico generado por la
violación de causalidad que supone la comunicación con el pasado.
En
consecuencia, se da una vuelta de tuerca más a la compleja relación entre realidad y
conciencia establecida a través de la Física cuántica. Nuestra mente como
vehículo y como cárcel de nuestra
conciencia otro tópico fílmico bien alimentado. Se emparenta con películas
psico-futuristas de guión alambicado, complicado y cada vez de más difícil
seguimiento tales como: la saga de Matrix, Minority Report, Looper, Shutter Island,
Origen y, por supuesto, Inception del
mismo director. Pero, también poseen otro elemento común: ese trasfondo
filosófico con un punto trascendental que explora las relaciones entre realidad
e individuo: los límites de la conciencia. (Véase infra. Universo y conciencia más allá de la cuántica (Capítulo REDES 414)) Pero tambien con la bilblioteca como encrucijada y laberinto, como acertijo y como respuesta con otras resonancias cineatográficas desde El nombre de la rosa a Harry Potter y visuales como los trampantojos de E.M. Escher.
A través de la física cuántcia, se establece esa tensión difusa entre ilusión y realidad, entre superstición y conocimiento que explora la filosofía. En estas circuntancias, hasta los fantasmas cobran sentido muy acorde con el horizonte individualista del planteamiento.
A través de la física cuántcia, se establece esa tensión difusa entre ilusión y realidad, entre superstición y conocimiento que explora la filosofía. En estas circuntancias, hasta los fantasmas cobran sentido muy acorde con el horizonte individualista del planteamiento.
Por último, el final es lo más endeble de la película. El mundo feliz de la nave en torno a Saturno, el melifluo coro de aduladores, el remedo de la casa familiar, la escena hiperfamiliar en torno al lecho de la anciana y el viaje al encuentro de la amada es tópico, burdo y apresurado con el fin de cerrar las puertas que el guión dejaba abiertas. Nada parecido al final de un Armageddon.
En definitiva, entiendo que en este género hay que tomarse licencias. El problema es que el guión acaba entrando en una imparable espiral de licencias hasta más allá de lo razonable y aparenta ser científico cuando al final termina recurriendo a giros lacrimógenos sin ningún fundamento. Pero, tampoco carguemos las tintas. En conclusión, la película cuenta con una fotografía fantástica, que no necesita del 3D para funcionar, una interpretación excelente y tiene momentos vigorosos donde la ciencia ficción se entrelaza con la ciencia real. Pero, sobre todo, establece elementos de reflexión sobre la Ciencia y la Filosofía como motores de la existencia que resultan enormemente sugerentes.
Agujeros negros, viajes interestelares, exploración planetaria, cohetes, robots en forma de cajas de cereal con acabado futurista, ese Hal redivivo, y más podrán hacer que muchas personas se interesen nuevamente en la ciencia ficción como un género más allá de las explosiones y láseres, sino que abarque nuestro lado más humano: el sentido mismo de la existencia.
Universo y conciencia más allá de la cuántica (Capítulo REDES 414) Publicado el 16 de nov. de 2014. Podemos estar seguros de que el mundo que experimentamos no es una ilusión? Es real la conciencia o es solo una ilusión más? Qué es la realidad?
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