Viviana
Bernath, bióloga molecular y autora de ADN. El detector de mentiras, analiza el
papel de los genes en la identidad, los problemas que plantea la tecnología y
la “implantación” de nuevos modelos de familia.
Fue la curiosidad humana,
no científica, la que llevó a la bióloga molecular Viviana Bernath a
interesarse por el impacto que tienen los estudios de ADN en la vida de las
personas. ¿Qué ocurría con ellas, luego de que abrían un sobre que descartaba
un parentesco? ¿O cuando, por el contrario, arrojaba 99,9996 de fiabilidad? “En
un momento, se me dispararon inquietudes como cuál era la implicancia de mi
trabajo, más allá de los resultados que obtenía en un laboratorio”, explica
Bernath, quien, desde 1992, ha participado en la resolución de más de cinco mil
casos de filiación y pericias de distinto tipo.
En el Centro de Genética
y Biología Molecular Genda, del cual es cofundadora y directora, realiza unas
60 paternidades por mes. Gracias a procedimientos como éstos, se entrevistó con
sus protagonistas y tomó nota de sus historias. Así escribió ADN. El detector
de mentiras (Debate), libro que salió a la venta recientemente, y en el cual
narra una docena de casos (de adopción, sustitución, enfermedad, donación de
óvulos y espermios) que ejemplifican los alcances que tiene la aplicación del
ADN. Todos atravesados, de una forma u otra, por mentiras, ocultamientos o
verdades encubiertas.
En 2007, Bernath había
publicado La identidad. Historias reales del ADN, su primera incursión en el
tema, donde incluyó testimonios que ilustraban cómo los estudios de ADN
contribuían a esclarecer desde parentescos hasta asuntos policiales. En su
nuevo proyecto examina, además, el efecto cultural y social que producen los
tests, así como su futura repercusión en la sociedad. Y se pregunta por el
verdadero papel de los genes en la construcción de la identidad de las
personas.
Sentada en una oficina del barrio de Belgrano, Bernath, una mujer rubia y menuda de 49 años, asegura que el ADN es fascinante, “porque es una revolución científica; un mundo diferente que atrapa, inquieta... Nací con la biología molecular, de alguna manera. Soy de la primera generación de biólogos moleculares de la Argentina, de 1986. Todas estas técnicas datan del año 85 al 90. La descripción de la doble hélice se hizo en 1953… Me gusta ir acompañando este crecimiento”, comenta con entusiasmo esta especialista en genética humana.
¿Cómo ha ido
evolucionando el tema?
La herramienta no cambió:
era, es y seguirá siendo la misma. Ahora está muy masificada y la gente accede
a ella más rápidamente. También ocurre que las personas se hacen más preguntas
que hace quince años no se hacían. Por ejemplo, los adoptados que se
preguntaban por su origen, en otra época tal vez no salían a buscarlo, porque
no había manera de corroborar ese vínculo. Hoy, la existencia de la prueba
estimula ese impulso. En el caso de las aventuras amorosas, no es que sean
distintas, pero de esa historia puede nacer un hijo y determinarse si es del
esposo o del amante. Hay una necesidad de no quedar con el interrogante.
¿Cuáles son las consultas
más frecuentes, además de las madres que demandan el reconocimiento de un hijo?
Vínculo de paternidad en
ausencia de madre. O sea, un padre duda de si es el papá de determinado hijo, y
concurre con éste. Muchas veces lo hace a espaldas de la madre. Para preservar
al chico, el padre tiene que demostrar con una documentación que,
efectivamente, hay una vinculación entre ellos. Después, hay casos de
hermandad, aunque la respuesta es muy difícil de determinar, desde el punto de
vista estadístico.
¿Qué pasa con la mentira?
La mentira es un común
denominador en los casos de búsqueda del origen biológico. Vi, por ejemplo, que
si los adoptados van tras esto, es porque hubo una mala comunicación de los
padres de crianza en cuanto a cómo los consiguieron. O porque vivieron en la
mentira. El ADN da la posibilidad de terminar con eso… Ahora es muy frecuente
que aparezca un hijo por una sucesión, lo cual antes era imposible. Es
homologable a la adopción. Antes, decirle a un chico que era adoptado era
terrible. Hoy, casi ninguna pareja adopta a un hijo sin decírselo. Lo
importante es la verdad.
¿Cómo se relacionan ADN e
identidad?
El ADN es el que aporta la
identidad biológica, pero la identidad es mucho más que eso. Es una
construcción en la que colabora cada experiencia cotidiana. Lo que pasa es que
hay determinadas características que están inscriptas en el ADN, pero son
pocas.
O sea que no opina que el
ADN es todo, como hacen muchos científicos…
Para nada. Sí creo que si
uno tiene ciertas enfermedades, las tiene. Están determinadas y uno no puede
evitarlas. Hay rasgos físicos que no se pueden quitar. Si uno es morocho, es
morocho. Si uno es rubio, es rubio. Puede transformarlo: teñirse, pero las
cualidades determinadas existen. Hay otras características que tienen que ver
con la personalidad y se pueden trabajar. El hombre pertenece a una cultura y
tiene conciencia para actuar. Es una interacción entre la psicología, la
sociología, la historia, la cultura y la biología.
Bruce Lipton, biólogo
molecular estadounidense, habla de la “epigenética” (lo que está más allá de
los genes: el medio ambiente y su impacto). Dice que creencias y pensamientos
afectan nuestro ADN, y que el cambio en la manera de percibir el mundo modifica
nuestra biología.
Estoy totalmente de
acuerdo. El medio ambiente es fundamental. Es lo que hace que seamos como
somos. Los deterministas (de la sociobiología o “darwinismo social”) creen que
todo está predeterminado: la religión, la guerra, y a todo le encuentran una
vuelta desde los genes y desde los biológico. Los no deterministas, en cambio,
que piensan que el hombre es cultural y va definiendo cómo quiere ser, en
términos de comunidad, sostienen que no está unilateralmente determinado por la
fuerza de la biología y, justamente por esto, se diferencia de otras especies,
con la sensibilidad, personalidad y angustia de cada cual.
¿Qué ocurre con los
gemelos?
Son la prueba de que el
medio ambiente es fundamental. Si uno toma dos gemelos (que son exactamente
iguales desde el punto de vista biológico), criados en dos familias o culturas
diferentes, son personas diferentes. Lo que seguro va a pasar es que si, por
ejemplo, uno se enferma de fibrosis quística, el otro también lo hará. Y esto
es porque la enfermedad se transmite por los genes, porque hay una mutación que
es responsable. Y eso no se puede modificar.
¿Qué problemas plantean
las tecnologías de ADN en el siglo XXI?
No caer en el mal uso.
Hay enfermedades terribles como la corea de Huntington (que provoca
alteraciones motoras, muecas repentinas y demencia) que si el hombre la padece,
tiene el 50 por ciento de posibilidades de transmitírsela a su hijo. Es una
enfermedad que hoy no se puede curar. Entonces ahí está el dilema: ¿es bueno
saber por adelantado que se tiene o esperar a que llegue el momento de que se
dispare? Y que a lo mejor no llega nunca. Hay gente que piensa que sí... Todas
las enfermedades vinculadas a diagnósticos son fuertes. Existen screenings
prenatales. Puede averiguarse si el embrión es sano, cuando en una familia se
está transmitiendo una enfermedad hereditaria. Ahora, ¿cuál es el límite?
Claro. Hacer un buen uso
de la tecnología. En mi libro, en el caso de la corea de Huntington, hay un uso
racional del diagnóstico. La pareja decide no arriesgarse y tener una hija
adoptiva. Luego, ella queda embarazada por accidente, entonces él quiere saber
si su hija biológica tiene la enfermedad y el resultado es “no”. Cuando existe
la posibilidad de saber, es un uso responsable averiguar, traer hijos que sean
sanos… Según mi posición, está bueno cortar con enfermedades que son tan
terribles.
¿Qué otros dilemas
entrañaría?
¿Cuánto vamos a saber de
un embrión, antes de implantarlo en una mujer?, por ejemplo. ¿Sería bueno
excedernos y averiguar si hubiera un pool de embriones de una pareja, con ojos
marrones y ojos azules? Y que el hombre o la mujer diga: “¿Sabes qué?
Implantemos los ojos celestes y no los marrones…”
Existe el dicho “madre
hay una sola”. ¿Los hijos de donantes lo derriban?
Actualmente tiene que
hablarse de función: paterna o materna. Cada vez más nacen hijos producto de
una mujer que engendra un hijo proveniente de la donación del óvulo de otra
mujer y de un espermatozoide de su pareja. Ese hijo va a nacer y, desde el
punto de vista biológico, será hijo de una desconocida. Pero la función
maternal va a ser de la madre. Uno debería dar el valor a quien mantiene el
vínculo de maternidad con ese hijo, porque, en términos reales, la madre es la
que lo cuida. Y ahora hay hijos nacidos de la fertilización in vitro, de
donación de embriones o de madres solteras.
¿Qué ocurre con la mirada
tradicional tan extendida que ve en los hijos la consagración del amor?
Yo creo que un hijo
producto del amor también es una construcción cultural. Antiguamente, hubo
culturas donde los hijos eran hijos de la tribu, no eran de la pareja… A medida
que pasa el tiempo y al nacer tantos hijos que no comparten la biología con sus
padres, comienza a tener más valor el vínculo, la relación en cuanto a la
maternidad o paternidad, que la identificación biológica con esa madre o padre
originarios.
¿La sociedad actual está
preparada para una generación de chicos nacidos por donantes?
Sí, se está preparando.
Estamos incorporando un nuevo modelo de familia, que la sociedad acepta debido
a un cambio cultural en el cual la necesidad de conocimiento de la identidad
biológica dejaría de jugar un papel determinante en la configuración de la
identidad personal… A medida que pierda peso cultural la incidencia biológica,
tal vez la identidad no sea homologable al origen sino a la crianza… Yo lo veo
en mis hijos de 17, 19 y 22 años, que ya piensan de otra manera. Tienen amigos
que son parejas homosexuales. No me sorprendería que se vuelva natural para ellos
ver una pareja de madres solteras con hijos producto de donaciones de espermas.
O de dos hombres que inseminen con el semen de uno un óvulo donado, y una mujer
que done el vientre.
Como en el caso de Ricky
Martin y su novio…
Sí… Me parece que los pibes
son mucho más abiertos. Y lo están aceptando. Y ése es el cambio cultural que
estamos viendo. Hay una mayor naturalidad en aceptar los nuevos vínculos y las
nuevas concepciones de familia. Hay gente que se pregunta: “¿Un hijo con dos
hombres se puede criar igual de bien que uno con una madre y un padre?” Y se
olvidan de cuántos conflictos hay en los hijos con una madre y un padre… El que
alguien sea criado en una familia tradicional no es garantía de nada.
¿Está todo dicho sobre el
ADN?
No… Si tuviera que decir
para dónde vamos, diría que de acá a veinte años, habría que corroborar qué
pasa con el peso cultural y la identidad biológica de los hijos. En lo que
seguro vamos por mucho más es en el tema de las enfermedades: enfermedades
genéticas para las cuales no hay cura y mecanismos moleculares del cáncer o de
la corea de Huntington, para poder combatirlos. Me gustaría que llegue un
momento de reversión de las enfermedades genéticas: que se puedan cambiar unos
genes en una persona, para que deje de ser enferma y pueda ser sana. No lo veo
posible, pero todo avanza tan rápido que algún día tendrá que pasar
IDENTIDAD VERSUS
INTIMIDAD
En su libro, Bernath,
quien fue asesora en la Comisión Nacional por el Derecho a la identidad
(Conadi), dedica un capítulo a Identidad Social e Identidad Biológica, y narra
casos de sustitución, adopción y apropiación. A los dos hijos de detenidos
desaparecidos que dan sus testimonios acá, ella no les tomó los estudios de
ADN, porque éstos se hacen en el Banco Nacional de Datos Genéticos. De todas
formas, le pareció evidente incluirlos. “En un país como el nuestro no se puede
dejar de hablar por ahora de los casos de desaparecidos. Porque es un lugar
donde el ADN fue absolutamente imprescindible”, subraya.
Para usted, ¿el derecho a
la identidad está sobre el derecho a la intimidad?
Yo marco el derecho a la
identidad que tiene cada uno, que está sobre el derecho a la intimidad, en
casos de lesa humanidad, porque hay que resolver primero el delito… Si bien
mucha gente discute qué debe preponderar, para mí, en estos casos no hay duda…
respetando después lo que estas personas, que son adultas, quieran hacer. A la
familia biológica que está buscando a sus nietos hay que darle respuesta.
¿Cómo seleccionó los
casos?
Con Mariana (Herrera), mi
socia, habíamos estado cerca de Abuelas. Para mi primer libro les pedí tres
casos. En 2008, cuando comencé a escribir mi segundo libro, había un tema de
allanamiento que estaba dando vueltas. Y me permitía plantear otras preguntas.
Así surgió el nombre de Alejandro Sandoval Fontana (el nieto número 84
recuperado).
Al principio, él se
mostró muy reacio a conocer su origen, porque quienes lo criaron le habían dado
todo. ¿Qué sucedió después?
Ahí fue la mentira lo que
dio vuelta a este chico. Más allá de que su apropiador fuera militar, si la
madre de crianza hubiera manejado las cosas de otra manera, no sé si se habría
enojado tanto con ella.
El caso de Martín
Amarilla impacta, porque su madre lo concibió en cautiverio. Y nadie de su
familia, incluidos sus tres hermanos mayores sabía de su existencia.
Sí, él y Alejandro fueron
muy tiernos y abiertos a contar su historia... Es curioso, porque los hijos de
desaparecidos quieren parecerse a sus padres biológicos. Amarilla tocaba el
acordeón. Y descubrió que de chica su mamá también lo tocaba. También dijo,
como cuento en mi libro, que su mirada del mundo (distinta a la de sus padres
de crianza) le venía de algún lado. Se preguntaba: “¿Será genético?”… Es muy
difícil separar lo que es medio ambiente (porque los padres que lo criaron
también deben haberle transmitido cosas) de lo que es genético. Y también del
deseo… Es algo que genera ternura.
UNA HERRAMIENTA PODEROSA
Es sabido que, además de
establecer parentescos, las pruebas de ADN ayudan a resolver delitos. Un
ejemplo incluido en el libro ADN. El detector de mentiras es el caso de una
chica de 14 años, que es violada en su casa por un asaltante que luego resulta
ser su cuñado.
Cuando la familia se
reúne para discutir lo ocurrido, la víctima tiene sospechas de que se trata de
él, por el color del pantalón que lleva puesto (y que ella alcanzó a ver de
reojo, mientras la ultrajaba) y por el olor del perfume que usa. Más tarde, un
estudio de ADN corroboraría que la chica estaba en lo correcto.
“Acá hay dos puntos:
primero, el tema que en sí mismo es importante, ya que el 60 por ciento de las
violaciones se produce en la familia. Algo muy representativo, porque en la
Argentina se habla mucho de inseguridad o de violaciones en la calle, cuando en
verdad, se está tapando esta realidad”, dice Bernath. Y continúa: “No hay duda
de cómo el ADN puede revelar la identificación: una muestra de ADN tomada (del
cuerpo y la bombacha) de la chica coincide con la del sospechoso. La
herramienta es irrefutable, poderosa. Antes, una violación intrafamiliar como
ésta, jamás se hubiese revelado”.
Fuente: Revista Debate
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